Saludo en despedida (Notas)

von Mauricio González

saluda
la sal
ida

1. Saludo auto-inmunitario

Como protocolo privilegiado del amigo – y del enemigo reconocido como tal –, el saludo es ante todo gesto inmunitario. Salut (de [lat.] salvus: intacto; [sánsc.] sárvah: entero, íntegro, completo) alude literalmente a la purificación, al reino de lo inmune. El saludo capitaliza lo inmune en espera de reconocimiento. Esta es su condición, también en el sentido de su condicionamiento.

Pero el saludo saluda, más radicalmente, la posibilidad misma del no-reconocimiento. En cuanto rendición absoluta, absuelta de toda condición, el saludo es entrega in-condicional: se saluda (si es que acaso alguien alguna vez saluda) al otro, al otro en cuanto otro, más allá de todo reconocimiento (otro-reconocimiento).

En esta doble condición e in-condición, el saludo se abre a la paradoja absoluta: se entrega cada vez a la posibilidad de lo mejor – o de lo peor.

Un cuerpo se saluda al saludar. Este es quizás su más puro comportamiento auto-inmunitario. Te saludo quiere decir: te purifico con mi presencia, te integro en lo sacro de nuestra común-inmunidad. Pero esta comunidad auto-inmune abre a la vez el saludo al vértigo de su auto-apropiación perversa, en el que el saludo saluda su propio suicidio.

Pero el saludo saluda también antes de todo saludar, más allá de toda apropiación, en la apertura de la boca que expone el cuerpo desnudo al Chaos y saluda su propio abismo. Eco abismal, un saludo se redobla irónicamente ad infinitum, y así retiene en su cripta lo otro del otro, como resto fantasmático (morceau) entre dientes y garganta. Saludando-se, el saludo nunca digiere del todo a lo saludado: hay siempre un resto de saludo que resiste en estado de excepción y que no se dejará nunca saludar. Sauf – le salut: saludo-exceptuado, que resistiendo a todo saludo se ex-pone a salvo de sí mismo. Un resto de saludo saluda cada vez su propia despedida.

2. Alegorías del saludo

Te saludo a ti, noche oscura, te saludo como victoriosa y éste es mi consuelo, pues tu todo lo acortas, el día y el  tiempo y la vida y la fatiga de la memoria en eterno olvido.
    –Soren Kierkegaard. Siluetas.

“Sin disponer de ningún motivo en particular para aludir a la ceremonia que algunas comunidades de África llaman Tashlekh, cuyos participantes acostumbrar volcar los bolsillos echando al mar su contenido…” – así saluda a su lector la Entrevista de bolsillo, que Bruno Mazzoldi le realizó a Derrida en 1978. Este ritual que comienza por vaciar los bolsillos recuerda que no se saluda sino allí donde no se tiene ya nada – todavía nada – nada que decir, nada que saludar – más que el decir mismo, el decir-otro. Un saludo comienza arrojando todo su contenido al mar.

Saludo como anagnórisis. “Te saludo”: don de recibimiento y acogida. Gesto de re-conocimiento, pero no del otro, sino al otro, al des-conocido que llega y expone su rostro sin ser invitado. Gesto de entrega entonces – que vacía los bolsillos – ante el recién llegado, hospitalidad de visitación (ajena a todo protocolo y a toda invitación, a toda hostilpitalidad condicionada). Saludo-salvaje, acogida que se ex-pone in-condicionalmente al arrivante (que extrañamente llega cada vez de-nuevo por primera vez), y que no saluda más que el retorno – de lo que no retorna ya más. Saludo al arrivant qua revenant – saludo que se reitera en re-tirada. Como reconocimiento de una i-recognocibilidad revenida, el saludo abre siempre una escena espectral. Saluda cada vez la venida a la presencia (dos presencias saturadas no tienen ya nada qué saludar) – de aquello que en su revenida puede nunca llegar a llegar. Contingencia absoluta del saludo.

Cada palabra saluda a quien la habla como a un recién llegado a ella: es el saludo del sentido que precede a toda significación. Este saludo-sentido saluda cada vez otro origen del mundo. Saludo que precursa el sentido del mundo como su propio fin, incalculable, único y cada vez otro. Trans-inmanencia del saludo: se saluda al otro, no como otro “mundo”, sino lo otro del mundo, saludo como alteración de mundo, remisión de/a lo irremisible. El saludo saluda cada vez su infinita finitud.

Saludo como anastasis. Volverse a levantar, resurrección, re-insurrección, re-iniciación, experiencia de umbral, rito de pasaje (saludo al hombre nuevo, a la mujer nueva). Este saludo rebelde ante todo orden preestablecido – re-insurgencia que levanta el saludo – re-surge y sobre-vive sin aniquilar la muerte. Se dirá de la resurrección del saludo: « la résurrection dont il s’agit n’échappe pas à la mort, ni ne sort d’elle, ni la dialectise. Elle forme au contraire l’extrémité et la vérité du mourir… Ressusciter la mort diffère tout à tout de ressusciter les morts… » (Nancy, J-L. La Déclosion, p. 135). Este saludo levanta el velo absoluto de la nada en todas las cosas. Esencia alegórica del saludo: éste saludo „bedeutet etwas anderes als es ist. Und zwar bedeutet es genau das Nichtsein dessen, was es vorstellt“ (Benjamin). Saluda precisamente allí donde no queda nada qué decir. Saludo entonces como oratio, alabanza y súplica: « à la fois, chaque fois, elle célèbre et elle déplore, elle demande une rémission et elle déclare l’irrémissible. C’est cela que devient le discours, lorsque le monde liquidé ne permet plus d’enchaîner aucune signification. À ce moment, chaque fois, la prière sans attente et sans effet forme l’anastasis du discours, le salut se dresse et s’adresse au point exact ou il ne reste rien à dire » (La Déclosion, p. 152).

En Enten-Eller I, alguien saluda a los synparanecroménoi. Dice tener el honor de pertenecer a aquella sociedad, la cual está vinculada solamente por una única pasión: “la simpatía con el secreto del duelo” (“Siluetas” o “Schattenrisse”, editado por Victor Eremita, 171). Hay que ser synparanecroménon para no dejar escapar el menor guiño (Wink) del secreto duelo (Trauer) que tiembla en el saludo, para tener el sentido de la entre-visión (durch-schauen) que percibe aquella “imagen interna”, la cual –apunta Kierkegaard, el secretario– “es demasiado fina para hacerse exteriormente visible, dado que ha sido tejida con los acallados acordes del alma”, imagen cuyo duelo fugaz a penas se entrevé, “pues su esencia es pasar y en el instante del tiempo presente uno lo ve sólo como se ve a alguien cuando la vista lo alcanza sólo en el momento en que dobla la esquina y desaparece”. En ella, silueta o corte de sombra, tiembla el saludo de la noche.

Abismo de saludo. Su fondo sin fondo se entre-escucha en el saludo que viene en des-pedida. Este porta consigo, como su paradójica sombra, la despedida de todo saludo: gesto de ‘dejar atrás’ aquél umbral del lenguaje del que todo saludo es puerta – y salida. Aquél umbral es sin embargo intransitable. Transito imposible del umbral del saludo: toda palabra lo ha dejado ya siempre atrás – y sin embargo nunca lo acabará de atravesar. Es su propio olvido como saludo lo que el lenguaje saluda – mientras invita a olvidar. Saludo-olvidado: si para saber dar (y saber saludar) hay que saber olvidar – lo dado como dado (cf. Derrida. Donner le temps I. La fausse monnaie). El saludo da olvi-dando, olvisaludando. Gruß-Geben: si el saludo es don, no soy “yo” quien lo da, quien salu-da. No soy tampoco “yo” quien podrá recibirlo. Pero otro no es sólo aquél a quien saludas: es en verdad cada vez otro quien saluda.

Saludo del otro (doble genitivo): un saludo saluda al otro en su nombre – y en el nombre, lo innombrable. « Le salut salue dans l’intact intouchable de son insignifiante propriété, son nom désormais plongé dans la non-signifiance qui est celle du nom propre et, par lui ou en lui, chaque fois, du monde en totalité. Saluant le nom et le non posé sur ce nom, le salut le désole et se désole : je suis seul chaque fois absolument seul devant cet isolement… » (La Déclosion, 149). El saludo imposible se arroja cada vez, en solitario, a la travesía sin fin del umbral que lo separa irremisiblemente de aquello que no se dejará ya nunca saludar. Se saluda al otro: irremisiblemente y sin retorno. Este saludo absoluto resta cada vez an-económico, interrumpe toda circulación, todo intercambio, saca de quicio el orden de la cortesía y la reverencia.

Saludo de tiempo finito. Quizás todo discurso no sea más que corto lapsus de saludo (éstas mismas notas): darse tiempo, espaciar la modorra, hacer roña, una entrada por salida, saludo en despedida. “Quien mucho se despide, pocas ganas tiene de irse”.